jueves, diciembre 24, 2009
Navidad negra
Las aguas van bajando poco a poco a su nivel, dejando a su alrededor los estragos de la tormenta. Ya el féretro yerto del Gobernador Cuellar, último icono de la violencia cotidiana de Macondo, desciende tranquilo al sepulcro.
Sangre, tristeza, desolación, dolor.
Como se puede disfrutar la navidad en un país sumido en la barbarie de la guerra?
Quizá por que a fuerza de sufrir una y otra vez los efectos de la violencia nos hemos acostumbrado a ella. Ya nada nos sorprende, y si lo hace es solo por un momento. Un momento que a veces puede durar mucho tiempo, pero que al fin y al cabo se descompone en el laberinto de los recuerdos.
Llevo mas de 30 años viendo morir gente bajo las balas asesinas de la subversión, y creo que lo único que hace que aun me duelan tanto las cosas es el haber vivido en el exterior todos estos años.
Si viviera en Colombia seria como cualquier de mis amigos, hermanos o primos, con quienes hablo con frecuencia. La conversación aunque reconfortante, cabe siempre dentro de unos patrones muy limitados. La violencia, la situación económica, la salud, y la reelección.
A veces siento que quienes viven en Colombia ya se adaptaron del todo a vivir bajo la presión de la guerra, y simplemente lo aceptan así, pero yo no he podido. Mas bien cada día crece la rabia, la amargura, la frustración, la sensación de impotencia absoluta ante el poder de la maldad.
Me levanto, paso el día, y me acuesto, con el Explorador de Windows abierto en múltiples ventanas: Caracol, RCN, TODELAR, Semana, El Tiempo, Globovisión, y con la televisión parqueada en NTN24. La noche es para Claudia Gurisati y Jaime Bayly.
La intromisión de Chávez en mi alcoba esta liquidando lo que queda de mi relación matrimonial después de 25 años de vida conyugal. Trato de explicarle a mi esposa que soy colombiano y venezolano, y como tal "tengo" que ver las noticias de los dos países, a lo que ella contesta, yo también detesto a Chávez pero caray! Sácalo de la cama!
Esta navidad tengo sentimientos encontrados. Por una parte ando embelezado bajo la artillería de villancicos, novenas, y Christmas Carrols a la que me someten en Estados Unidos. Por otro lado, llevo en el alma le inmensa pena de enfrentarme a la primera navidad sin mi madre. A la ausencia de mis seres queridos que hiere como el frío inclemente penetra mi rostro en la calle. Al espectaculo macabro de la violencia que se ha ensañado contra Colombia, lo que me hace dudar del veradero sentido de esta época sentimental y de reflexión.
Para la patria esta será una navidad negra. Para las familias de los secuestrados y de los asesinados serán unos días muy tristes.
Lo que se nos viene encima es el recrudecimiento de esta guerra asquerosa, pero así tiene que ser, sino pregúntenle al Nobel de la paz. Solo aumentando la ofensiva militar, se podrá acabar la guerra.
El mayor merito de Alvaro Uribe sera entregarle a los colombianos un país libre de guerrilleros. Ya después veremos como lidiar con los comandantes cómodamente instalados en sus campamentos en tierras extranjeras, huéspedes ilustres de la revolución bolivariana.
Vienen tiempos aciagos, pero al final habra valido la pena. Si ya es tarde para los de nuestra generación, que no lo sea para nuestros hijos.
Feliz Navidad Colombia, y que Dios se apiade de nosotros.
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