miércoles, enero 06, 2010

En el primer aniversario de Evangelina Añez de Tovar

Llegó el día, tenia que llegar. Durante todo el año 2009 espere con temor la llegada del 6 de Enero, primer aniversario de la partida de mi madre Evangelina, a quien en honor a la verdad, sigo extrañando hoy como ayer, cada día de mi vida.

Hay amores que nunca mueren.

La relaciones entre padres e hijos marcan para siempre la conducta del hombre. En mi caso, me marcaron mis relaciones individuales tanto con mi padre como con mi madre, de maneras diferentes, pero igualmente profundas. Tuve un relación especial con mi Papá, apasionada, tormentosa, complicada. Emocionalmente fructífera, y edificante. Sinembargo, me marco mas mi relación con Mamá, desde el principio de los tiempos.

Su amor me arropó durante mis primeros 53 años en forma ininterrumpida, permanente, total. Su afecto me protegió en los tiempos aciagos, de tristeza y de dolor, al igual que compartió con alegría y satisfacción los momentos de felicidad que fueron muchos, por lo que su ausencia es imposible de solucionar.

De niño lidió estoicamente con mis travesuras, algunas mas serias de lo común. En mi adolescencia fué el hombro para derramar las lagrimas de mis frecuentes tragedias de amor. Leyó mis poemas y escucho mis canciones primero que las victimas de esos amores tempraneros. En mi tormentosa juventud fue paciente consejera, y farol de marinero errante. Y en mi adultez aceptó con resignación de santa el peso de mis errores y vino a mi rescate con determinación.

El 24 de Enero de 1986, un día antes de mi matrimonio tuvimos una de las charlas mas hermosas que una madre y un hijo puedan tener. Ese día adoptó a Diana Iguaran Ballesteros como a una hija mas, y ese cariño perduró hasta el final de sus días. Nunca se cansó de repetir que si Jaime Tovar Herrera no nos hubiese dejado tan prematuramente, seria el suegro y el abuelo mas ufano y orgulloso de la tierra.

Quizo el destino que mi alma de inmigrante, nómada y trashumante, pusiera tierra de por medio entre los dos por algunos años, lo que en vez de debilitar el afecto, lo hizo aun mas estrecho, sólido, irrompible. De esos tiempos conservo decenas de cartas, que hoy al leerlas de nuevo parten mi corazón en mil pedazos.

Mi cordón umbilical, mi polo a tierra se ha ido, y con ella se fueron muchas de mis ilusiones. A pesar de ello la vida sigue, y hoy en su ausencia quisiera decirle muchas cosas, aunque nada la devuelva a mi lado.

Asi que en este instante eterno de nostalgia y de añoranza solo le diré que ella fue en mi vida el mas grande de todos los amores posibles, y en esa expresión lo simplifico todo, absolutamente todo.

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