Pensé que iba a resistir la tentación de escribir, pero no pude. Es mi día de descanso, no fui a la oficina y me quede en casa, expuesto al acecho de la meditación inevitable.
Largas horas en la cama, mirando a la nada. Extraviado en los vericuetos del recuerdo y de la imaginación. Suspirando el aire helado del invierno, que entra a mis pulmones como el filo de una hojilla. Mirando fotografías, leyendo viejas cartas, es un circulo vicioso.
Mamá me escribió tantas cartas, que tengo cajas llenas de ellas. En secuencia, por fechas y por épocas. Esa era la fuerza de nuestra relación: Un eterno compartir de todas las cosas.
Más que tristeza, siento la falta que me hace para contarle mis cuitas, para compartir con ella todos estos pesares y preocupaciones que me trae la vida.
Más que dolor, siento el vacio de su ausencia, porque ella llenaba todos los espacios.
Nunca he aprendido a comprender el significado de la muerte. Me tomó años digerir y aceptar la de mi padre, a quien quise con un amor sublime. Pero la de Mama se planto de inmediato en mi mente, sin ninguna lógica, como la evidencia contundente, de lo que no soy capaz de entender, pero que acepto con dolorosa resignación.
La única explicación que encuentro para justificar mi dolor, es mi propio egoísmo. El ansia que tenerla viva y disfrutar de la grandeza de sus virtudes, y del arropo confortable de su amor.
Quisiera tenerla a mi lado para contárselo todo. A ella que siempre me escucho con paciencia y supo tener la palabra adecuada para aliviar mis congojas y celebrar mis alegrías.
Quisiera decirle que estamos bien, a pesar de que la vida no siempre nos da lo que le pedimos, Quisiera reafirmarle que tengo un hermoso hogar, una gran mujer y unos buenos hijos, y que soy feliz. Aunque a veces me gane la nostalgia, y me deje llevar por la tristeza. Las dos son parte de la felicidad.
Quisiera contarle como sus nietos han crecido y madurado y se van enrutando en sus propias vidas, como los barcos de vela que empuja el viento, y que lentamente se alejan del Puerto, dejandonos mas solos cada día.
En esta época de la vida hubiesemos podido compartir mas, porque ya no seriamos tan distintos ni las edades nos separarían como ocurría antes. No tendríamos afán, ni estaríamos ocupados. Tendríamos todo el tiempo del mundo para ayudarnos mutuamente a recordarlo todo.
Hoy, 6 de Enero, no puede haber un propósito distinto al de reafirmar cuanto te quisimos, y cuanto te echamos de menos, y agradecerte una vez mas por habernos dado las luces que aún nos alumbran en los caminos de la vida.
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