Parodiando a García Márquez, vivir para contarla.
Todo lo acontecido en Venezuela antes, en y después del referendo es holliwoodesco, cuando menos. No lo hubiera creído si no lo hubiese visto y oído.
Llamar “Victoria de Mierda” al primero y único éxito de una oposición que poco a poco se empieza a consolidar, dice mucho de la arrogancia, pero también de la ignorancia del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
Yo daba por descontado que Chávez iba a ganar, aunque perdiera. Y parece que algo de esto se estuvo cocinando en las largas horas de incertidumbre que nos hicieron vivir desde la tarde del domingo hasta la mañana del lunes.
Por lo tanto, sería lógico pensar que la derrota del gobierno fue aritméticamente peor de lo que finalmente se público, y que la plana mayor de la revolución bolivariana estuvo pujando hasta el final para alterar estos resultados.
Entonces se refirió a su derrota como digna y a la victoria de la oposición como pírrica. Y eso de pírrica es discutible.
Contra todos los pronósticos y temores el NO derroto al SI, y hoy tenemos a una nueva Venezuela. Hugo Chávez ya no es invencible, y este hecho devuelve la fe y la esperanza a quienes no apoyan al Gobierno tanto como a la comunidad internacional que tanto le teme a sus exabruptos.
El lenguaje, las actitudes, los ademanes, los desplantes y en general, los desmanes que han hecho famoso a Chávez, son parte hoy en día de la historia circense del tercer mundo.
Chávez es ante todo un payaso, y de muy baja calaña. Una mezcla de Cantinflas con el Conde del Guacharo. Patán, maleducado, ordinario, y sobretodo atrevido e irrespetuoso.
Su desfachatez no conoce límites. Llamar indigno a Álvaro Uribe, quien es un paradigma de la decencia, y afirmar que Colombia se merece un mejor Presidente, es un insulto, pero más que eso, es una advertencia que todos deberíamos haber tenido en cuenta, de hasta donde es capaz de llegar el coronel.
Un hombre que llego al poder por obra y gracia de la ineptitud de la clase política venezolana, la que durante décadas de corrupta alternación, saqueo al país más rico del hemisferio sin siquiera preocuparse por consolidar partidos, o por preparar nuevas generaciones para mantenerse en el gobierno.
Pero como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, parece que la oposición venezolana está aprendiendo de las caídas y los golpes, y por fin se está organizando de alguna manera. El estudiantado, al que poco caso se le hizo durante años, fue el elemento inesperado que aporto más que sangre y sacrificios para cambiar la ecuación.
Pero hasta ahora, en esta telenovela no hay final feliz, porque la bestia herida es aun más peligrosa, y cualquier cosa se puede esperar, especialmente en los flancos más débiles, como por ejemplo las endebles relaciones con Colombia
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