No hay duda de que este será el hecho político del año 2008. Para los familiares de Galán, es una derrota profunda y quizás irremediable. Pero para Alberto, su familia y sus amigos, es nada menos que una reivindicación.
No importa en el fondo cual haya sido el sustento de la providencia que le otorgo la libertad, pues desde el principio de los tiempos la falta de pruebas contundentes y definitivas beneficia al acusado. In dubio pro reo, y este es el punto neurálgico del asunto.
Como dije en artículos anteriores, no se podía condenar a Alberto Santofimio basándose en el testimonio de un sicario con delirios de celebridad, o las elucubraciones de una diva en decadencia. Hasta allá no puede llegar la ceguera de nuestra justicia macondiana.
Cuantos chivos expiatorios han pagado ya por la muerte de Luis Carlos Galán, y cuantas demandas e indemnizaciones deberá asumir el sistema judicial por la obcecación de una justicia parcializada, que se puso al servicio de los intereses de una familia, que aunque con justa causa y justo dolor, la emprendido en contra de inocentes?
Para Santofimio es un triunfo. Aunque nada le pueda devolver el tiempo que paso en la cárcel, ni el daño que esta situación le causo a el y a su familia.
Quizás no regrese como ya lo anticipo, a la actividad política en su querido Tolima, pero su pluma aguda y su palabra polémica de seguro se harán sentir desde el valle del Combeima hasta el altiplano, como en mejores tiempos pasados.
Le corresponde a la historia rectificar, y a la justicia perseverar en la búsqueda de la verdad, comenzando por encaminar el proceso por el sendero de la cordura y de la sensatez.
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