Durante los largos años de mi exilio escribí con sentimiento por los acontecimientos de otras almas, y aun por muertes ajenas que en cierto modo eran un poco mías.
Jamás me prepare para enfrentar la muerte de mis seres mas queridos, y dia a dia le agradecí al todopoderoso que me los conservara vivos.
Y así fue por muchos años. Tanto que llegue a pensar que existía un acuerdo tácito entre Dios y yo, para que a cambio de mi nostalgia, de mi soledad, y del dolor de la separación, el me cuidara a mi Mama, a mis tios, a mis hermanos y a todos los míos en tierras lejanas.
En los albores del año 2009, este acuerdo dejo de funcionar. Mama, por quien tanto sufrí y temí, y cuyo amor y compañía fueron siempre la razón de mi existir, se fue. Como se van los grandes, como caen los héroes, no sin antes luchar estoicamente por conservar ese ultimo halito de vida que en un segundo macabro se convierte en suspiro y en adiós.
Mama murió el 6 de Enero, rodeada de sus seres mas queridos y seguramente de las almas de quienes la precedieron en el inexorable camino de la vida y de la muerte, que es el mismo para todos.
Murió en absoluta paz con Dios, con la vida, y con todos nosotros. Murió con sus manos tibias entrelazadas a las nuestras, como para retenerla y no dejarla ir.
Sobre la perdida y sobre la muerte todo esta escrito. Es el amor individual lo que hace las cosas distintas, aunque siempre caigamos en lugares comunes.
La suya fue una vida prodiga, plena de realizaciones. Una vida que dejo marcas en los corazones no solo de sus familiares y allegados, sino de todos quienes la conocieron, por que a todos toco con su bondad, con el amor en sus palabras y en sus actos cotidianos.
Fue una esposa ejemplar, y una amiga abnegada. Una madre perfecta que siempre tuvo a la mano la palabra ideal, la frase correcta, la solución adecuada en el momento oportuno, porque eso es lo que una madre debe ser.
Una mujer preparada y capaz, quien en la vida publica que compartió con su esposo y nuestro padre, brillo con luz propia y dejo siempre su nombre y el de sus dos patrias en alto. Y al igual que todos sus descendientes, supo dividir el corazón entre esos dos amores, Colombia y Venezuela, sin poder separar nunca el uno del otro, y sin caer jamás en la bajeza de la controversia inutil.
Pienso que en esta navidad, cuando viajo a su Maracaibo natal a pasar las fechas con sus hermanos, inconscientemente iba buscando un remanso de paz para morir en la tierra que le dio la vida y le enseño el amor. También, y no tan inconscientemente, se salio con la suya al reunir a todos sus seres queridos a su alrededor, como en los viejos tiempos, lo que era para ella una parábola vital, aunque para hacerlo tuvo que entregarnos su vida.
Madre, desde Maracaibo hasta Bogota, en cada rincón de esos caminos que llevamos mas de medio siglo recorriendo, habrá siempre un motivo para recordarte.
En la fresca brisa del lago marabino y el fulgor del relámpago del Catatumbo. En los espejismos de la alta guajira y en la sal de Manaure. En las frías aguas de la Sierra que bañan a tu Fonseca del alma. En la sombra del higuito y en la arena del desierto. En las calidas playas del caribe riohachero, teñidas de ambar por el Rio Rancherías, y en las tardes veraniegas azotadas por el nordeste. En el mar azul de la Santa Marta de nuestras vacaciones. En la majestuosidad del altiplano y en las cumbres de los Andes. En las calles y rincones de tu entrañable Bogota, que te acogió como tu segundo hogar, y en donde descansas hoy en paz al lado de nuestro Padre.
Gracias por estos 53 años de luz y de amor, por haberme llevado en tu vientre magnifico y haberle dado vida a mi ser, pero sobre todo, por haber tenido la sabiduría para estar presente siempre cuando te necesitábamos.
Madre, vete tranquila. Sigue por ese túnel de luz y deja que los nuestros te reciban y te acompañen a la casa del Señor. Dale la mano a Tío Mundo, a Mibilla, y a Papato. Al Procer, a Elio y a Eudo Mario. A Tía Cira y a Roque. A Jaime Tovar Herrera, a Challo y a Mama Pacha.
Tu mejor legado es nuestra familia y el amor que nos dejas. Y nuestra mayor obligación es mantenernos unidos, para hacerle honor a tus postreros deseos.
Adios Madre mia, el más grande de todos los amores posibles. Que Dios te acoja en su reino y nos de la templanza que necesitamos para vivir sin ti.
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